Cuenta Georg Tielmann sobre la obra


(Entrevista y traducción al español: Verónica Celery)

Cuando me preguntaron si estaría dispuesto a dirigir Petróleo, primero reaccioné con escepticismo, porque desde un punto de vista alemán, esta obra  produce algo de extrañeza. Para nosotros, es como si todo este tema del colonialismo hubiese quedado relegado a los libros de historia. Pero, por supuesto que nosotros, los europeos, nunca hemos terminado de saquear a países más pobres o menos desarrollados, o, mejor dicho, menos poderosos. Y al mismo tiempo, la mayoría de los europeos saben que otros deben morir de hambre, mientras en Europa la comida se está pudriendo por la sobreabundancia. ¿Pero vamos a alterarnos por ello? Esto, en general, lo dejamos en manos de los adolescentes que justamente están tomando conciencia o a Greenpeace. Y los acompañamos con nuestra mayor comprensión. ¿Y?

Cierto: Todo sigue sin que nos detengamos a pensar un solo minuto. Y el que aún se siente mal por ello, bueno, el hace una donación a Greenpeace, a la Cruz Roja o a alguna organización de beneficencia para liberarse de sus culpas. Para decirlo en pocas palabras: el tema ya se encuentra tan relamido y desgastado como la revisión de la Segunda Guerra Mundial. Lograr que la gente se interese o movilice por estos temas en Alemania es más que difícil.

¿Qué es entonces lo que me interesa de este material? ¿Qué me importa la injusticia de este mundo? ¿Es que acaso me interesa en absoluto? En los 80, salí a la calle con mis padres a exigir la liberación de Mandela. ¡Y esto en Wuppertal! Es decir, casi en un pueblo de mala muerte. Era mucha la gente que se movilizaba entonces por la liberación de Sudáfrica. En aquella época yo tenía 9 años. Hoy tengo 30 y comienzo a preguntarme, si estoy lo suficientemente curtido como para poder decir que mi vida es lo único que me importa y que me da igual, si cada minuto alguno muere porque alguien necesita ganar dinero rápidamente. “Eva”, la protagonista de la obra, en este punto seguramente diría que, por favor deje de lado estas trivialidades, o que, no le gusta la manera en que hablo. Y, a mí, tampoco me gusta. Y esto es justamente lo que me interesa de la obra. Que de una vez por todas tengamos que hablar realmente sobre esto, que cuando alguien dice la verdad, la cruda verdad, nosotros criticamos el modo en que se expresa. O, dicho de otra manera,  que el no querer escuchar no sólo se haya convertido en una conducta colectiva, sino que además ya forma parte del buen tono, de la buena educación. Y esto me parece un fenómeno ciertamente interesante que puede ser tratado en el teatro. ¿Hasta dónde somos tentados a sostener una opinión que solo se puede considerar como un lugar común? ¿Y hasta qué punto somos tentados a mirar la verdad a la cara? ¿Desde qué punto de vista una sociedad que dice que la injusticia, si bien es injusta, es legítima?

Sí.

En esta obra Lukas Bärfuss logró negar esta injusticia de las más diversas maneras. A sus personajes se les dificulta vivir una vida de disfrute a pesar de que en un principio se aparente lo contrario.  

Bueno, dicho brevemente, acepté la dirección con la expectativa de encontrar aquí un público más sensible a este tema que en Europa.

Deseo que todos tengamos una interesante velada de teatro y tengo la esperanza de que a través de la escenificación podamos ver algo de verdad.